Todo el mundo tiene en casa el llamado “cajón de la limpieza”, ese espacio dedicado a almacenar los artículos que usamos en el día a día para limpiar nuestro hogar. Es habitual encontrarlo debajo del fregadero, en un armario colocado específicamente para este fin o en la galería. Lo cierto es que la ubicación da un poco igual mientras tu kit de limpieza esté equipado con todo lo necesario para dejar tu casa reluciente: bayetas, lejía, ambientadores, friegasuelos y, por supuesto, amoníaco. Y precisamente en este último producto queremos hacer hincapié hoy, pues, según los expertos, el amoníaco no puede faltar en ninguna casa que pretenda estar siempre limpia como una patena.
Pero, ¿por qué es tan especial este producto? Su poder desengrasante y su gran capacidad para eliminar los malos olores son solo algunas de las razones que hacen que el amoníaco sea un must en nuestro cajón de la limpieza. Si sigues leyendo, te contamos todos los usos del amoníaco en la limpieza. ¡Vamos!
Si eres de ciencias, sabrás que el amoníaco es un elemento químico compuesto por una parte de nitrógeno y tres de hidrógeno (NH3), y que su forma original es gaseosa e incolora. Si eres de letras, sabrás que puede escribirse sin tilde o con ella, según cómo lo pronuncies. En el caso de que no conocieras ninguno de estos datos, ya está ALDI en modo teacher para recordártelos. Guiño, guiño.
En la tienda lo encontramos en estado líquido tras un proceso de condensación, y mezclado con agua para reducir su olor, intenso y penetrante, así como para hacerlo apto para la limpieza de casa. En este estado acuoso, pasa a llamarse hidróxido de amonio, agua de amoníaco o amoníaco líquido. ¿Qué te parece? Seguro que esta información te sirve para ganar en algún juego de mesa.
Este dato es de primero de limpieza: el amoníaco sirve para eliminar la grasa de la campana extractora, de la encimera, de los azulejos de la cocina e incluso del horno (para esto último, dilúyelo en agua). Pero ¿por qué es tan eficaz contra la grasa en comparación con otros productos de limpieza? Pues porque su pH es de 11,6, lo que lo convierte en un alcalino con gran capacidad corrosiva apto para extraer la suciedad más incrustada, como la grasa o la cal. ¡Ya tienes el primer uso del amoníaco! ¿Seguimos?
¿Tienes un patio o terraza que pide a gritos una limpieza profunda? El amoníaco es la solución. Solo necesitas mezclar un buen chorro de amoníaco con un cubo de agua y fregar el suelo con una fregona. Frota bien ¡y verás cómo se despiden las manchas rebeldes! Si con la fregona no consigues retirar las manchas, prueba a hacerlo con un cepillo. Ideal para esos suelos de garajes y patios donde la grasa y la suciedad se instalan cómodamente.
¡Ha llegado el tapicero! O sea… ¡el amoníaco! Y es que este producto no te arregla la tapicería del sofá, pero la limpia que da gusto. Oh yeah. También es eficaz para limpiar la tela de los asientos de tu coche, que suelen estar llenos de manchas por el paso del tiempo, los viajes a la playa y las comilonas en trayectos largos. Ahora bien, antes de aplicar amoníaco en alguna tela, asegúrate de que has leído las instrucciones del fabricante. ¡No todas las telas son iguales!
¡Que no cunda el pánico! Si un café o una copa de vino ha decidido hacer de tu alfombra su nuevo hogar, el amoníaco tiene la solución. Moja un paño con agua y aplica un poco de amoníaco. Frota suavemente y absorbe el exceso de humedad con una toalla limpia y seca. ¡Tu alfombra te lo agradecerá!
Así es. El amoníaco neutraliza los malos olores tanto en habitáculos pequeños como en paños, toallas y demás telas impregnadas de hedor a humedad. El coche, que parece que va a ser un claro afortunado hoy, es el lugar perfecto para probar este truco: coloca un vaso de cristal lleno de amoníaco, cierra el vehículo y deja que actúe durante un día. No aportará ningún aroma, pero se deshará del pesado olor a tabaco, a comidas intensas o incluso a vómitos. Si lo que quieres es perfumar la zona, hazte con el ambientador para coche de Esselt que más te guste.
Por otro lado, como decíamos, el amoníaco también es infalible a la hora de eliminar el olor de humedad en telas, toallas y paños. En este caso, solo hay que añadir un pelín de amoníaco en la lavadora y decir ciao, ciao a los malos olores. Así de fácil.
¿Qué quieres limpiar los cristales? Pues adelante; con el amoníaco también puedes hacerlo. Se recomienda aplicar este producto en las manchas más difíciles, como huellas en los espejos o cal en las mamparas. No obstante, si tu intención es aplicar el producto en la totalidad del cristal, recuerda que debes diluirlo primero en agua para no estropear la superficie. Capisci?
¿Cómo limpiar el bronce? Efectivamente, lo has adivinado: con amoníaco. Algunas piezas fabricadas o revestidas con este material, como pomos de puertas, joyas, barandillas de escalera y trofeos se ennegrecen, se oxidan y pierden su bonito color con el paso de los años. Para rejuvenecerlos, diluye amoníaco en agua, coge un paño y dale al frote. Eso sí, como hemos comentado anteriormente, lo primero que tienes que hacer antes de limpiar con amoníaco es leer las instrucciones del fabricante del material que quieres adecentar. ¡Anda siempre con ojo!
Aunque nos encantaría, el amoníaco líquido no sirve para todo. Este limpiador multiusos, al ser un alcalino, es demasiado potente para limpiar suelos de madera o parqué, zonas enceradas y telas delicadas como la lana o la seda. Además, es muy importante que te grabes a fuego que el amoníaco no se puede mezclar con lejía bajo ningún concepto, ya que puede ser peligroso para tu salud. Tenlo siempre en mente.
Ahora que ya conoces todos los usos del amoníaco a la hora de limpiar, debes saber que, tanto el amoníaco líquido como el resto de artículos imprescindibles en tu cajón de la limpieza siempre están disponibles en las baldas de nuestros supermercados, y muchas veces vienen acompañados de ofertas que no podrás dejar escapar. Y si quieres enterarte de más consejos para limpiar tu hogar, no dejes de visitar nuestro blog.
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